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En un entorno cambiante, en el que los altibajos en la economía y las fluctuaciones de los “mercados” marcan el devenir de países, organizaciones y familias, y en el que los entornos globalizados y cambiantes ajustan las clavijas a quienes siguen haciendo las cosas como se hacían antaño, se torna imprescindible la capacidad de adaptación, la creatividad, la innovación, la gestión de la incertidumbre y la velocidad de reacción. Pero, yo me pregunto, ¿realmente estamos (están) nuestras organizaciones, empresas, organismos públicos y demás entes inmersos en las relaciones comerciales del día a día preparad@s para los retos del tiempo que nos ha tocado vivir? ¿realmente tenemos las competencias, habilidades, conocimientos y carácter necesarios para afrontar con éxito la ardua labor de levantar nuestros entornos, nuestras comunidades y en último término nuestros países hacia el éxito, la competitividad y la balanza comercial positiva? Y es cuando me pregunto «vives o sobrevives»
Evidentemente cuando hablamos de empresas, de organismos y de gestión hablamos en términos económicos. No podemos obviar que el dinero no da la felicidad, pero ayuda, y que se puede gestionar con poco dinero, pero con más dinero se gestiona con más facilidad. Conseguir un equilibrio razonable y racional que nos permita el crecimiento sostenido de nuestras organizaciones es la clave para salir adelante y posicionarse en los puestos delanteros en los tiempos que corren.
La pregunta del millón: ¿Cómo? La respuesta admite múltiples consideraciones, teorías, métodos y formas, aunque yo me voy a concentrar en aquello que considero más importante: Las personas. Para bien o para mal, las personas que integran una organización son l@s responsables en último término de lo que sucede en ellas y con ellas. Su capacidad de gestión, de liderazgo, de trabajar en equipo, de análisis de situaciones, de fijar objetivos, de adaptación frente al cambio y de toma de decisiones, entre otras muchas competencias, determinan, sin lugar a duda las posibilidades de éxito o de fracaso de la organización. Pensar en positivo, tener una visión, y marcar la hoja de ruta en esa dirección siendo capaces de dar soluciones a los problemas que sin duda surgirán en el transcurso del itinerario, son claves que predicen con un alto índice de fiabilidad el éxito o el fracaso de la empresa.
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Si la dirección de la organización fija su objetivo en la supervivencia, muy probablemente perecerá en el camino, pues no es hoy en día un escenario apropiado para supervivientes sino para valientes. Aquellos que pongan sus miras en competir, en hacer las cosas mejor cada día con una actitud de mejora continua y ánimo emprendedor en cada pequeña tarea que realicen, pero a la vez siendo conscientes de los recursos con los que cuentan y de hacer un uso racional de ellos, son los que en el peor de los casos lograrán sobrevivir, pero que realmente están poniendo las semillas para el desarrollo sostenible y la ansiada competitividad que toda organización busca desde su nacimiento.
El factor humano marca la diferencia.